El primer recopilador en rescatar el cuento de Caperucita Roja fue Charles Perrault, que lo incluyó en su antología de historias populares en 1697. Al contrario de lo que sucede con otros cuentos tradicionales, como La Bella Durmiente o Hansel y Gretel, Caperucita Roja no era un cuento
muy extendido en Europa. Es más, se lo conocía en un ámbito bastante
cerrado, que iba desde el norte de los Alpes a la región de Loira. En
1812 los hermanos Grimm
reescribieron la historia, especialmente el final, y ésa es la versión
que se conoce hoy en día; una versión, dicho sea de paso, muy diferente
de la Caperucita Roja real.
No resulta asombroso que los hermanos Grimm hayan modificado el relato original, lo extraño es que para ello se hayan basado en una oscura obra de Ludwig Tieck llamada: Vida y muerte de la pequeña Caperucita Roja (Leben und Tod des kleinen Rotkäppchen); tragedia que incluye la presencia del leñador, ausente en el cuento popular.
Tal vez para no ahuyentar a los temerosos padres de inicios del siglo XIX, los hermanos Grimm eliminaron de cuajo todos los elementos eróticos del cuento y plantaron un final feliz, además de barrer con todo lo que no sostenga la pureza e inocencia de Caperucita. El resumen: el final del cuento en la versión de Jabob y Wilhelm Grimm
se salvan absolutamente todos, salvo el lobo, claro; cuyas tripas son
abiertas por el hábil leñador, devolviendo a la abuela a su rutina
diaria.
Según la clasificación de Aarne-Thompson sobre cuentos folklóricos, Caperucita Roja entra en la categoría 333, esto es, cuentos que presentan un oponente sobrenatural. Es importante que borremos de nuestra mente la idea de que los cuentos populares servían como advertencia a los niños sobre los peligros del bosque, para eso bastaba una buena reprimenda. Los relatos folklóricos
tienen otra función, mucho más importante para los pueblos de lo que
los pueblos han sabido comprender. Según lo vemos hoy en día, el
protagonista de Caperucita Roja es, claramente, Caperucita Roja,
pero esto no es así. El error, si cabe llamarlo así, es a la
insistencia de Disney por lograr la empatía de los niños con la
historia. Escencialmente, Caperucita Roja
es un personaje importante, un disparador por el cual se sucede la
verdadera tragedia, pero de ningún modo es el único. Incluso hay
versiones muy antiguas en las que se la menciona de paso, como aquel cuento tradicional de Italia llamado La finta nona, es decir, La falsa abuela, en cuyo caso la joven Caperucita es un elemento casi decorativo.
Si tuviésemos acceso a alguna extravagante máquina del tiempo, y pudiésemos atestiguar de primera mano la narración de Caperucita Roja, oiríamos un cuento completamente diferente
al que conocemos. Allí, el lobo engulliría a la anciana, tal como hoy,
pero dejaría sobre la mesa un jugoso banquete hecho con la carne y la
sangre de la abuela, que la inocente Caperucita
devoraría vorazmente, acaso intuyendo su origen ilícito. Luego, vestido
con las ropas de la occisa, y tras de un diálogo con muchísimas
variantes, el lobo pasaría de degustar la carne temblorosa de Caperucita;
momento en el que un cazador, que oye los gritos desgarradores de la
joven, ingresa en la estancia, mata al lobo y le abre el estómado con un
cuchillo, devolviendo a la joven al mundo de los vivos.
Ahora bien, este morir y renacer de Caperucita Roja nos habla sobre algo muy antiguo en la raza humana: el rito de iniciación.
Caperucita
en el bosque, en la casa y en el estómago del lobo, son símbolos de las
tres fases de la iniciación a la adultez; por el cual una niña abandona
su casa -madre, comunidad, civilización-, recorre un terreno salvaje
-el bosque-, se enfrenta con lo más siniestro del corazón humano
-canibalismo, antropofagia-, y derrota al peor de los enemigos en el
vientre del lobo -la muerte-.
Pero además de señalar estos tópicos arquetípicos, Caperucita Roja también simboliza el despertar de la sexualidad.
Su vestimenta roja atestigua los inicios de la madurez sexual, y el
lobo, antropomorfizado para suavizar los efectos devastadores de este
tránsito, es, quizás, un símbolo del sexo salvaje, de la sexualidad en
estado primitivo, mientras que el cazador, en cambio, representa el sexo
dentro de la civilización, es decir, dentro de un matrimonio funcional a
la sociedad; cuyo fin último es procrear, y no la liberación ociosa de
los instintos.
Yendo aún más atrás, atravesando las oscuras mareas del tiempo, podríamos decir que el cuento de Caperucita Roja conserva, además, elementos del mito solar.
La abuela representa el ocaso, la luz moribunda del crepúsculo devorada
por la oscuridad de la noche -el lobo-, y la joven simboliza la luz del
alba, que emerge del vientre lobuno como el sol que desgarra los velos
de la noche. Mitológicamente hablando, el lobo sería nada menos que Skoll, aquel lobo descomunal de la tradición norsa, cuyo destino es devorar al sol en la batalla del Ragnarok, o bien Fenrir, ese lobo con fauces de hierro que cae en el apocalipsis bajo el martillo implacable de Thor.